SOBRE VIDEOPOESÍA
El videocreador y poeta neozelandés Charles Olsen (Antena Blue) me entrevistó en diciembre de 2016 para la publicación que prepara para Intellect Books sobre la videopoesía en España.
¿Qué es la video-poesía para ti?
Lo primero que me gustaría decir al respecto es que me costó aceptar la palabra videopoesía (sigo a Tom Konyves en su Manifiesto y la escribo junta, sin guión ni separada, intentando dar entidad al término). Cuando comencé a realizar videopoemas en 2012 desconocía prácticamente todo del género y la palabra o palabras (vídeo poesía, vídeo-poesía) me traían a la mente ciertas obras en las que una serie de imágenes aleatorias ilustraban los textos o la voz en off de los poemas. A falta de una palabra mejor (barajé mis invenciones, pelipoema o poepelícula, aunque, creo que con buen criterio, las deseché), acabé por aceptar el término videopoesía, sobre todo después de leer el manifiesto de Konyves e ir enterándome de la explosión videopoética que se estaba produciendo gracias a internet en todo el mundo. Aún así, en español no estoy seguro de que tenga las mismas connotaciones que en inglés y me gusta más el término videopoetry, supongo también porque el género parece tener (al menos hasta ahora) más prestigio fuera de España.
Aunque hace tan sólo cuatro o cinco años no supiera prácticamente nada de videopoesía, no me faltaban referentes artísticos. Mis influencias eran los vídeos del grupo inglés de danza DV8 (sobre todo Dead Dreams of Monochrome Men), Pina Bausch (Die Klage der Kaiserin), los trabajos para la televisión de Samuel Beckett (Nacht und Träume, Quad I+II) y, en menor medida, algunos vídeos de Bill Viola (especialmente The Passing). Estas obras, que había visto en su mayoría cuando era estudiante de teatro a principios de los 90, tenían algo que me fascinaba: la unión de géneros artísticos que no solían aparecer mezclados, danza, interpretación actoral, lenguaje cinematográfico experimental y del videoarte, soporte de vídeo… dando como resultado algo profundamente poético, novedoso y visceral. Con esos referentes (y otros cinematográficos, teatrales y pictóricos), y después de muchos años sin atreverme a dar el paso, me puse a hacer mis propios vídeos.
Hoy en día, y por resumir, sigo considerando que la videopoesía es una mezcla feliz de muchos géneros. Aunque entiendo que hay elementos que no deben faltar para que se considere a una obra videopoesía y no sólo videoarte: uno, fundamental, es que haya un poema, generalmente una voz en off, aunque también el poema puede aparecer escrito en la pantalla o interpretado por uno o varios actores. Otro, obvio, es que haya imágenes (vídeo, fotografía, animación). Hace poco leía que el soporte no tenía que ser necesariamente el del vídeo, podía llamarse igualmente videopoesía a una obra que estuviera filmada, por ejemplo, en 35 o 16 mm. Una afirmación interesante que no hace sino confirmar la fuerza e independencia del género.
Con esos elementos la naturaleza de las imágenes en la videopoesía puede ser enorme: animación, fotografías, imágenes generadas por ordenador, actores, manipulación de imágenes previas, los textos pueden aparecer, a su vez, de múltiples formas, etc.
¿Qué elementos poéticos caracterizan tu trabajo?
Siempre tuve claro que quería producir mi propio material visual. Al principio me sorprendía que muchos de los videopoetas que conocía a través de internet utilizaran imágenes descargadas de almacenes on line, o que usaran antiguas películas libres de derechos. Había trabajos muy dispares, algunos de gran calidad, pero lo que no me acababa de convencer es que, en general, estéticamente, los resultados eran homogéneos, llegando a ver las mismas imágenes (descargadas de las mismas páginas) repetidas en vídeos de diferentes autores. La mayoría de estos vídeos me producen una extraña sensación: a veces me interesaría más ver las imágenes en su contexto original, sobre todo si están extraídas de películas antiguas; es lo que llamo vídeos palimpsesto, haciendo referencia a los antiguos manuscritos que se rascaban para aprovechar el papel y escribir encima. Entre estas obras las hay sobresalientes, como algunos trabajos de Marc Neys, por poner un ejemplo, su reciente vídeo Like the blues o el extraordinario de Matt Mullins titulado Our Bodies (A Sinner’s Prayer). Son trabajos donde hay un tratamiento creativo de las imágenes seleccionadas.
En mi caso quería que mis imágenes tuvieran entidad propia, que tuvieran mi sello y que fueran reconocibles como característica poética (videopoética) de estilo. Aparte de trabajar el encuadre y la iluminación de manera obsesiva, desde un principio y debido a mi formación y al haber trabajado como actor durante años, tenía claro que quería contar mis historias con actores, es más, quería que los actores fueran el poema, que condensaran en sus actuaciones, expresiones y miradas la esencia del poema. Con las limitaciones propias de la falta de presupuesto, la elección de los actores es lo más importante en mis vídeos, hasta el punto (lógico por otro lado, al menos para mí) de no realizar algunos proyectos por no poder disponer de los actores adecuados. Los actores, por así decir, son los elementos poéticos más importantes que caracterizan mi trabajo. Después, pero casi al mismo nivel, las localizaciones. Aunque uso mucho los primeros planos de los rostros de los actores, el ubicarlos en los escenarios propicios (exteriores o interiores, salgan o no en el cuadro) es fundamental para cargar de simbología la imagen. No vale cualquier calle, no vale cualquier casa, no vale cualquier clima o paisaje. Aunque haya que adaptarse (de nuevo por la escasez o ausencia de presupuestos) a lo que se tiene a mano, algunos planos de mis vídeos llevan detrás una larga y meditada búsqueda de localizaciones, pruebas, descartes y repeticiones.
¿Desde la elección del texto hasta el producto final, cómo es tu proceso creativo?
Comencé usando mis poemas en Lucernario, un vídeo de 50 minutos que fue mi primer trabajo, en 2012. Al principio mi manera de trabajar era mucho más improvisada y este largo videopoema me sirvió para varias cosas: saber que me apasionaba el mundo de la videopoesía, que era factible realizarla, que tenía cosas que aportar, que necesitaba planificar más, que siempre que fuera posible dejaría de usar la cámara en mano, que haría obras de más corta duración, etc. Luego decidí que durante un tiempo no volvería a usar mis poemas, sino que elegiría las obras de poetas que me conmovieran profundamente, que me inspiraran visualmente y también que tuvieran un gran prestigio literario. A partir de entonces elegí poemas que me provocaban imágenes muy potentes, como si fueran visiones, que para mí funcionaban a la perfección mezcladas con los textos, sacando a la luz una lectura nueva del poema, una interpretación única y muy personal.
He realizado también colaboraciones con videoartistas, poetas y traductores norteamericanos y europeos, como Matt Mullins, Dave Bonta, Marc Neys, Jean Morris, Lucy English o los remixes de la desaparecida The Poetry Storehouse, donde normalmente no elegía yo el poema, pero intentaba mantenerme fiel a mi estilo personal, trayéndomelo a mi terreno y mis gustos estéticos, a mis visiones.
Por lo tanto, en la primera lectura del poema ya aparecen ideas, intuiciones, imágenes que son la base con la que empiezo a trabajar.
Después de tener elegido el poema viene la elección del actor o actores y los lugares de grabación. Mientras desarrollo la labor de producción escribo pequeños guiones, busco ropa y atrezzo, leo el poema mil veces, busco información sobre el autor, ensayo encuadres, hago fotos del lugar de la grabación y, si puedo, de los actores, hablo con ellos, a veces también escribo pequeños párrafos poéticos sobre el poema y sus personajes, que les envío y que creo que les pueden servir de orientación a la hora de estar delante de la cámara. Intento que los actores se sientan cómodos en la grabación, que se relajen, normalmente les dejo improvisar y a veces me gusta grabarles sin avisarles, en los momentos previos a dar acción, cuando están ensayando las expresiones o emociones que les he indicado, las búsquedas suelen ser momentos de gran belleza. Normalmente escribo todo lo que me gustaría grabar, incluso aquellas cosas que sé que me van a resultar imposibles de hacer, lo hago para dejar volar mi imaginación, escribir todas esas imágenes me lleva obligatoriamente a lugares más modestos, a imágenes más concentradas, sé que todo lo que imagino, aunque no aparezca en las imágenes está de alguna manera en el producto final, aunque no sea exactamente como me gustaría idealmente. La adaptación entre lo que imagino y lo que surge suele ser un trabajo de búsqueda de la sencillez y de la precisión, y también un ejercicio de humildad.
Una vez grabado el vídeo (las grabaciones no me suelen llevar mucho tiempo, si la planificación es buena), el siguiente paso es editarlo. Para la edición, proceso que me encanta y que encuentro de lo más creativo, a veces tengo elegida la música, que me ayuda en el ritmo y la duración. Los hallazgos del proceso de montaje son muchas veces sorprendentes, produciéndose relaciones inesperadas entre imágenes, sonidos y voces. Lo comparo al proceso de corrección de un poema. Trabajo cuidadosamente el procesamiento del color y la luz, procuro elegir los planos en los que mejor esté el actor y desecho mucho material, aunque esté perfectamente grabado, ya sea porque no aporta nada al desarrollo del vídeo o porque al montarlo no funciona como había imaginado.
Todo este proceso puede durar bastante tiempo desde la elección del poema (meses o incluso años), aunque una vez establecida las fechas de grabación puedo tener terminado el vídeo en un par de semanas, puesto que no son trabajos muy largos.
¿Para ti cuál es el papel de la voz, el sonido y la música en la video-creación poética?
Sin duda son elementos fundamentales y que trato de cuidar con mucho detalle, dentro de mis posibilidades.
Casi todos mis vídeos llevan una voz en off en la que escuchamos el poema. Yo mismo interpreto el poema si creo que es lo adecuado para el vídeo, pero en general son los actores los que lo hacen, así se implican más y de esta manera estoy consiguiendo una variedad de voces muy interesante. Otras veces son los poetas los que han leído su propio poema (recuerdo ahora a Matt Mullins, Kathleen Kirk, Amy Miller, Laura M. Kaminski o Estefanía González). Trato de que las voces sean pausadas, claras en la vocalización, incluso neutras, con poca carga emocional y que no parezcan leídas o recitadas; intento modular todos los elementos, interpretación gestual, acciones, voz, música… para que la suma sea la apropiada en cada vídeo.
También he experimentado con el texto en pantalla, me parece una opción muy difícil de hacer bien en términos creativos, pero muy interesante.
En cuanto a la música, al principio me sentía muy limitado y perdido. No sabía muy bien cómo hacer hasta que descubrí la colaboración a través de internet, en algunas webs he conocido a músicos excepcionales con los que he colaborado en repetidas ocasiones, como el polaco arciv ev noise. También he usado las magníficas composiciones de Marc Neys (Swoon) y los brillantes Four Hands Project han compuesto específicamente para algunos de mis vídeos. En general me gustan los paisajes sonoros electrónicos y oscuros o composiciones minimalistas que acompañen a la acción en un segundo plano, creando los ambientes emocionales adecuados, pero siempre sumando los elementos y no dejando que alguno esté por encima del otro.
Otros de mis vídeos no tienen música, pero sí algún sonido y efectos muy meditados, buscando el diálogo simbólico con los rostros y los versos.
¿En qué se diferencia la video-poesía de otros lenguajes audiovisuales?
Como mencioné antes prefiero pensar en la videopoesía como un género que aúna lenguajes: videoarte, cine, videoclip, fotografía y también danza, pintura, etc. Como lenguaje audiovisual puede tomar de todos los demás, con la singularidad de usar siempre un poema o un texto (con voz en off, interpretado, sobre escrito…) Fundamentalmente esta sería la principal diferencia con el resto, el protagonismo del poema y la relación que ese texto establece con las imágenes y el sonido. Por lo demás, me parece profundamente libre y experimental como para tomar elementos de cualquier lenguaje audiovisual y hacerlos propios.
¿Cómo ves el estado actual de la video-poesía en España?
Creo que todavía se conoce poco y no se le da la importancia que tiene en otros países de Europa o en Estados Unidos. No se han descubierto todavía sus posibilidades educativas, por ejemplo. En Estados Unidos Erica Goss lleva un par de años organizando en verano cursos de videopoesía exclusivamente orientados a chicas adolescentes. Esa especificidad no está aún aprovechada aquí, al menos que yo sepa. Sin embargo parece que se están viendo cada vez a más creadores audiovisuales interesados en el género, puede que debido a la libertad expresiva que permite, a lo económico de su realización (se pueden usar cámaras de móvil, por ejemplo) y a la facilidad de su difusión a través de internet. Es un terreno en el que un cineasta en ciernes se podría foguear, aunque yo preferiría considerarlo un género audiovisual al que los artistas se pudieran dedicar en profundidad, al menos para mí ése es el compromiso. Por otro lado parece que falta en nuestro país un festival tan bien considerado e importante como el Zebra Poetry Film Festival en Alemania. De todas maneras hay que destacar la labor y el esfuerzo que están haciendo para dar visibilidad a la videopoesía gente como Ana Navío, que organiza la muestra periódica Sinestesia desde Barcelona, Agustín Calvo Galán a través de su blog de videopoesía en español, Celia Parra y sus colaboradores con el blog Versogramas y, por supuesto, hay que mencionar, a nivel mundial, al norteamericano Dave Bonta con el superconocido blog de referencia Moving Poems.
Busco videopoetas nuevos con frecuencia, he conocido artistas que han ido forjando un estilo videopoético muy personal a lo largo de un trabajo abundante y continuado (Marc Neys, Marie Craven o J. P. Sipilä, por citar a tres, entre otros muchos, cuyo trabajo admiro). Otros dan a conocer sus obras más esporádicamente, o simplemente hacen una, para luego no seguir. Algo parecido ocurre con los artistas españoles (o en español), disfruto muchísimo los trabajos de Hernán Talavera, Celia Parra, El Tornillo de Klaus, Tálata Rodríguez o Antena Blue… Me gustaría que entre todos siguiéramos entregando videopoemas, investigando, dando forma y proyección al género.
Eduardo Yagüe grabando DEZE ZACHTE WITTE KAMER
Biografía
Nací en 1970 en Gijón, donde estudié Arte Dramático. Después me trasladé a Madrid, allí viví durante veinte años. Amplié mis conocimientos de interpretación con Juan Carlos Corazza y estudié Filología Hispánica en la UNED. Trabajé como actor, profesor de teatro y en otros muchos empleos de diversa índole. También escribí poesía y relatos. En 2012 comencé a realizar videopoemas, donde he encontrado una gran libertad creativa y donde siento que puedo volcarme completamente como artista. Mis trabajos se han proyectado en muestras y festivales de videopoesía y videoarte en Europa y América. Actualmente (2017) vivo en Estocolmo.