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  • Por Eduardo Yagüe

VIDEOPOESÍA: FASCINACIÓN POR LA MEZCLA

Cuando era estudiante de teatro en Gijón, mi ciudad natal, a principios de los años 90, me sentí fascinado por un par de vídeos que nos proyectaron en clase, Dead Dreams of Monochrome Men, del grupo inglés DV8 Physical Theatre y Die Klage der Kaiserin, de la gran Pina Bausch. Estos trabajos de figuras clave de la danza del siglo XX me acompañan desde entonces por varios motivos: la mezcla de géneros artísticos (danza, actuación, vídeo) unidos a un contenido profundo con unos mensajes transformadores.

Esos vídeos, que ahora se pueden encontrar fácilmente en YouTube, no eran nada parecido a lo que había visto hasta entonces, no eran películas, no eran obras de teatro, tampoco eran espectáculos de danza al uso. Eran algo nuevo, una mezcla de géneros, unas obras visionarias y rompedoras, al menos eso significaron para mí. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha abierto nuevos campos de experimentación artística, el acceso universal a esas tecnologías está permitiendo el desarrollo y la difusión de nuevos géneros, de nuevas mezclas, somos espectadores privilegiados de estos cambios revolucionarios y el proceso no ha hecho más que empezar. La experimentación no es nueva, por supuesto. Sólo hay que volver la mirada a los primeros años del cine y ver las maravillosas películas de los surrealistas abriendo el camino de las vanguardias del siglo XX. Las obras que Samuel Beckett dirigió para cine y televisión, las vídeo instalaciones de Bill Viola, por nombrar sólo a otros dos artistas fundamentales, son ejemplo de mezcla de géneros e influencias, de toma de riesgo en el arte y de inspiración.

Veo la videopoesía como un lugar perfecto para la confluencia de géneros, pero también me gusta pensar en ella como un género autónomo, donde siempre encontraremos, de la manera que sea, el poema. El carácter poético de la imagen es independiente del texto poético, la historia del cine está repleta de imágenes poéticas, pienso, por ejemplo, en Tarkovski (por cierto ¿no hacía las más sublimes de las “videopoesías" cuando usaba los poemas de su padre en Stalker o en Mirror?). Quizás un videopoema entendido como la mezcla de imagen, sonido y poesía pueda llegar a ser redundante. Para mí el desafío, lo fascinante del género es encontrar la manera de no serlo, de ofrecer algo nuevo, de contar, sugerir, reinterpretar, de crear una obra nueva a partir del poema. Esta es la parte de hacer videopoemas que más me interesa, el tomar como base una poesía que sirva como trampolín para crear una obra distinta, con grandes dosis experimentales, que se nutra del lenguaje cinematográfico, pero también de la pintura, de la música, de la danza o de cualquier otra disciplina artística susceptible de ser usada en un vídeo, y que a la vez ofrezca una lectura personal del poema por parte del videocreador, ampliando el campo de experiencias del espectador/lector, ofreciéndole así un nuevo punto de vista y retándole para que vaya más allá con su interpretación.

A veces, como espectador, tiendo a volverme menos exigente con el poema que con las imágenes, aunque lo ideal sería la unión de ambos, la retroalimentación de texto e imágenes. Hace tiempo que decidí usar en mis vídeos (al menos en mis proyectos más personales) sólo aquellos poemas que me muevan emocionalmente, aquellos que me permitan arriesgarme al cien por cien como artista.

Vivimos en una sociedad que consume imágenes sin parar. Aunque los videopoemas suelen tener una duración corta (digamos entre dos y cinco minutos como máximo, hablando en términos generales), es eterna si pensamos en la cantidad de vídeos que se ofrecen en internet, en la velocidad a la que se reproducen y el poco tiempo que tenemos para procesarlos. Podemos ver muchos videopoemas, pero ¿cuántos volvemos a ver? Muchas veces nuestros esfuerzos de trascender (si es que los hay) se ahogan en ese océano de imágenes. Creo que la videopoesía puede ser un espacio de lentitud, de concentración, de reflexión (como la poesía lo es). Huir de la banalización, de la superficialidad es un aspecto que me preocupa. Intentar buscar cierta profundidad de contenido no es tarea fácil. Como artista me exijo siempre un compromiso de reflexión, de intención y de dirección con mis imágenes, con lo que deseo expresar, antes de ponerme a producir o a mostrar mis obras. ¿Qué es lo que quiero contar? ¿Cómo lo quiero contar? ¿Para qué lo quiero contar? Sólo si hay un movimiento interno que me haga sentir la utilidad del esfuerzo es cuando me pongo a investigar y a analizar qué imágenes son las que surgen en mi cabeza cuando leo un poema, si vale la pena trasladarlas a un vídeo, si aportan algo interesante al poema, si añaden también algo a lo que globalmente quiero transmitir con mis obras. Por supuesto, aunque no siempre se consigue, creo que el trabajo vale la pena.

Es durante esa búsqueda cuando encuentro la fascinación de la videopoesía, fascinación que me gustaría trasladar a mis vídeos. Cómo conseguirlo, es un misterio.


Publicado originalmente en poetryfilmkanal

Dead Dreams of Monochrome Men

Fotograma de Dead Dreams of Monochrome Men, de DV8

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